Como es sabido, la concepción de la historia de las ciencias se han extraídos de los éxitos obtenidos de ella: su historia se concibió como una constante acumulación de verdades, como si su descubrimiento comportase una profundización cada vez mayor a la verdad.
Así fue hasta que llegó Thomas Kuhn, el historiador de la ciencia. En sus investigaciones, Kuhn se dio cuenta de que las ciencias también habían llegado a muchas conclusiones disparatadas y que la refutación de estos disparates había contribuido a su progreso. La ciencia no podía, pues, concebirse exclusivamente como una acumulación de verdad, sino que también debía entenderse como una acumulación de disparates. Por ejemplo, entre 1670 y 1770 se creyó que todas las sustancias combustibles contenían flogisto, que se desprendía de ellas en la combustión. Esta suposición fue sumamente fecunda y posibilitó muchos descubrimientos, pero era un disparate: el flogisto es tan real como el «yeti».
Cuando Thomas Kuhn profundizó en este problema, descubrió que las ciencias habían progresado de forma muy distinta: su progreso no había consistido en una constante acumulación de verdades, sino en una serie de legislaturas con salvajes campañas electorales y continuos cambios de gobierno.
Kuhn puso de manifiesto que en cada ciencia hay teoría dominante, que se basa en una serie de conceptos guía; que se complementan entre sí y en unos supuestos implícitos. Estos supuestos se tienen por algo obvio, por una evidencia que no necesita fundamentación. Son los que hacen posible el consenso científico. Esta red de conceptos y supuestos rectores es más que una teoría y menos que una cosmovisión. Kuhn la denomina «paradigma», que en griego significa modelo o ejemplo. En su actividad investigadora, la mayoría de los científicos confirma el paradigma dominante. Constituyen, por decirlo así, el gobierno y hacen ciencia normal.
Pero, junto a ellos, va formándose una minoría de inconformistas que se sienten fascinados por problemas que hallan solución en el seno del paradigma dominante. Naturalmente, el gobierno los mira con desconfianza y los relego a la oposición. Ésta va acumulando hechos y reuniendo adeptos hasta que arremete contra el paradigma dominante, toma el gobierno, impone su teoría como el nuevo dogma científico y difunde el newspeak científico (el nuevo lenguaje de la ciencia).
En estos casos, Kuhn habla de revoluciones científicas. También podríamos hablar de un cambio democrático en el que, después de una larga campaña electoral, la oposición consigue derrocar al partido en el poder y se hace con el gobierno. Para los miembros del antiguo gobierno, este proceso es sumamente doloroso, pues echa por la borda toda una vida dedicada ciencia. Por eso defienden hasta la muerte el viejo paradigma. El principio del flogisto no se abandonó hasta que prácticamente se disolvió por sí mismo. Desde un punto de vista personal, ciertamente esta obstinación demuestra el carácter doctrinario de los científicos instalados en el paradigma dominante, pero favorece el progreso de la ciencia, pues obliga oposición a hacer una investigación sólida. Naturalmente, el nuevo paradigma permanece en el poder hasta que vuelvan a adquirirse nuevos conocimientos que no encajan en él, después empieza de nuevo todo el proceso.
Las investigaciones de Thomas Kuhn fueron también revolucionarias, pues hicieron estallar el viejo paradigma del progreso rectilíneo de la ciencia. Kuhn transformó radicalmente nuestra concepción de la ciencia y a partir de él sabemos que la casa de la ciencia no es un monasterio habitado por ascéticos monjes que investigan en armonía y que se reúnen regularmente en los congresos para rezar en común y alabar al Señor. La ciencia es más bien un ruidoso parlamento lleno de controversias y debates. En él, el gobierno es bombardeado con descubrimientos de la oposición que contradice la doctrina oficial y se ve forzado a defenderse de la oposición con la artillería del paradigma vigente: le reprocha qué, basándose simplemente en un par de anomalías que todavía habría que clarificar, pretenda echar abajo una teoría sólida y sembrar el caos y la anarquía.
Es decir: muchas veces la ciencia no ofrece seguridad, sino todo lo contrario. La ciencia, como la democracia, se desarrolla en forma de comedia: el líder de la oposición seduce contra la voluntad del viejo soberano a su hija; al electorado, lo pone de su parte gracias a su carisma, sus promesas y su juventud; somete al viejo a una terapia cómica a través de la campaña electoral y logra que éste, en la noche de las elecciones comprenda que debe entregar a su hija al joven héroe, que se pone al frente del gobierno y releva al antiguo soberano. En la boda del nuevo gobierno con el pueblo, la sociedad dividida acaba reconciliándose consigo misma. Por eso es controvertida y a menudo polémica, y el lugar de la polémica se da en las notas al pie de páginas de las obras, lo que hace que estas no siempre sean aburridas, limitándose a justificar por enésima vez lo que ya sabemos. En algunas de ellas se libran interesantes combates.
En algunos casos, las revoluciones que permitieron la implantación de un nuevo paradigma fueron tan espectaculares, y los nuevos paradigmas tan importantes, que trajeron consigo un profundo replanteamiento de áreas decisivas del conocimiento humano y se convirtieron en las bases de nuestro saber. (Schwanitz)
Lo anterior mencionado me sirve fundamentalmente para expresar el interés necesario que todo estudiante de sociología (y de todas las ciencias si es posible), deben tener en cuenta sobre el tema de la epistemología, ¿Por qué?, porque dicha ciencia sustenta con criterios de verdad, el conocimiento crítico y científico que debe tener toda ciencia para que esta puede ser considerada “útil” dentro de cualquier área en la cual se desenvuelva, más aún aquellas que estudian con mayor profundidad a la sociedad, ¿Por qué?, por estas estudian todo el comportamiento en el cual se rigen los fenómenos sociales como el fútbol, la política, la religión, las interacciones personales, los conflictos empresariales…la lista es interminable.
La sociedad humana es un entramado complejo, ya no es una caja de resonancia en la cual, una institución podía manipular a su antojo las estructuras en las cuales un sujeto estaba establecido de por vida (como se dio en la Edad Media), ya que si tu nacías artesano, artesano morías, lo cual era la mejor demostración de esa sociedad tradicional del Ancien Régime que todo era estamentario, segregacionario y petrificado sin modificación alguna; eso cambió, y el pensamiento ilustrado del siglo XVIII permitió la luz del mundo, ya que le mostró a la gente común el poder de cambiar su destino por medio de esa ágora mental que llamaban Razón que le otorgó a cada uno el poder de elegir que hacer y qué no hacer.
¿Y porque es la epistemología ese campo que “iluminó” al ser humano y con qué objetivo específico? Porque es la epistemología de la ciencia la que sustenta el origen del conocimiento de todo lo que uno tiene: como conoces lo que conoces, como produces tu conocimiento, como los justificas; ya que las cosas que existen no se dan sólo por azar, sino que están marcadas en la forma de cómo puedas adquirir y comprendas ese conocimiento, no en vano las escuelas epistemológicas como el Racionalismo, el Formalismo, el Empirismo, el Pragmatismo, el Materialismo Dialéctico, el Positivismo lógico, el Funcionalismo y el Estructuralismo y todas las ramas que nazcan de las mencionadas den pautas, como guías, para que el conocimiento que adquieras no sea un disparate, como bien logró descubrir Kuhn en sus investigaciones, sino estén sustentadas (Y como toda ciencia), en criterios reales que estén a la altura de la necesidad y del momento y no sirva para el beneficio de unos pocos, sino sea para el beneficio de todos.
Fuente:
Dietrich Schwanitz, Cultura, todo lo que hay que saber, “El progreso de las ciencias”, páginas 539-542. 2006
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